Baila. Cada vez que una situación nos motiva a mover el cuerpo, aunque sea solo la cabeza, estamos bailando, expresándonos. Pueden ser ritmos, música o cualquier sonido que conozcamos o que escuchemos y experimentemos por primera vez. Todo se puede bailar. La danza parece ser una forma de expresión natural, intrínseca al ser humano.
Además de expresar, a través de la danza se puede comunicar, ejercitar e incluso mejorar la capacidad de socialización de las personas. La danza también nos ayuda a transformar sentimientos, ideas y estados de ánimo. Pero hablemos del baile en sí. Bailar en una fiesta, bailar en la calle, o bailar por bailar, porque le nace. ¿Cómo sabemos si lo estamos haciendo correctamente o no? ¿Quién elige si es así o no? ¿Está bien que se nos clasifique como buenos o malos bailarines? Hablemos de por qué la danza resulta no solo una acción natural del cuerpo sino también un arte.
Bailar es difícil aunque no lo parezca
Bailar es uno de los actos más difíciles que una persona puede hacer. Primero necesitas trabajar la música, entender el ritmo, luego tener un buen sentido de la coordinación y ejecutar los movimientos.
Todo esto en segundos. Por eso, pregúntate de qué grupo quieres formar parte, de los que tienen movimientos coordinados y son la sensación, o del que les pisotea a todos y se va antes de la fiesta.
También te puede interesar: «La ciencia ha descubierto los mejores pasos de baile para conquistar a las mujeres»
Investigadores compararon a dos personas que padecían este tipo de «sordera» con 32 participantes de edad y educación similar . Se pidió a los oyentes que golpearan algo cuando no escucharon nada. Los investigadores encontraron que a todos les fue bien.
«Descubrimos que estas personas sordas al ritmo eran capaces de percibir ritmos distintos y alcanzar un ritmo suave en ausencia de sonido, similar a los miembros de una banda», dice Palmer. “Fue solo cuando tuvieron que moverse con el ritmo que vimos un déficit en comparación con el grupo de control. Las personas que no eran sordas pudieron adaptarse a los cambios con algunos ritmos, pero fue interesante ver que aquellos que eran sordos no podían sincronizarse con el nuevo ritmo. Los tipos de errores que cometen estas personas indican deficiencias en los ritmos biológicos, incluidas las frecuencias naturales a las que oscilan los impulsos internos y el tiempo que tardan en responder al nuevo ritmo», concluyó Palmer.