No cabe duda de que la música provoca un efecto, podríamos decir, «mágico» en todos los seres humanos. Esto nos sucede a lo largo de nuestra vida, pero es particularmente crucial la influencia que provoca en nuestros primeros años de existencia, cuando se traduce en un vehículo ideal para nuestro desarrollo en múltiples niveles: cognitivo, social, emocional, afectivo, motor, lingüístico, así como así como en términos de habilidades de lectura y escritura.
Los niños también interpretan y sienten la música a un nivel superior que los adultos, adoptando su comprensión en pensamiento y cuerpo a partes iguales. Todo va de la mano, y por eso, para expresar sus sensaciones frente a la música, lo hacen con todas las partes del cuerpo.
Hoy en día podemos encontrar un gran número de estudios que intentan demostrar las múltiples influencias que la música ejerce sobre las personas. Pero me gustaría centrarme en esta ocasión en la ‘etapa infantil’, ya que actualmente la música tiene una gran relevancia en el desarrollo infantil y se está introduciendo en la educación infantil por los beneficios que aporta a los niños.
Los niños están en contacto con la música mucho antes de nacer, todo gracias a que el oído es el primer órgano sensorial que se desarrolla dentro del útero, pudiendo discriminar los sonidos tanto provenientes de la madre (latido del corazón, relajación,…), así como sonidos externos (ruidos, música…), y creando un mundo de sonidos. Es a través de los sentidos y sensaciones que el niño comienza a interactuar y a desarrollar su pensamiento, ya través de la música el niño comienza a descubrir y aprender.
La música es emoción y las emociones son los pilares fundamentales sobre los que forjamos nuestra personalidad. Tanto las emociones como la música se encuentran en la corteza prefrontal, por lo que la música puede desencadenar todo tipo de sentimientos/estados emocionales. Por ello, la música les ayuda a desarrollar sus habilidades intelectuales, sociales y personales mientras se divierten.
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Estudios neurocientíficos demuestran que la música tiene la capacidad de cambiar el estado de ánimo al activar cada uno de los estructuras del cerebro. Se han realizado experimentos en los que la actividad de prácticamente todas las estructuras emocionales del cerebro ha sido modulada por las emociones estimuladas por la música. La música es capaz de despertar el núcleo de las estructuras cerebrales creativas de nuestro universo emocional.
Escuchar música activa las áreas del cerebro encargadas de la imitación y la empatía. Son las zonas donde se encuentran las neuronas espejo que actúan reflejando las acciones e intenciones de los demás como si fueran propias. De esta manera podemos sentir el dolor de los demás, su alegría, su tristeza,… Quizá por eso la música es capaz de alterar nuestras emociones y crear lazos sociales; porque nos permite compartir sentimientos.